La verdadera historia del mundo es como resulta del testimonio divino. Dios es el Creador y el Director de la Historia, que es precisamente la historia de las relaciones entre Dios y el hombre y es por lo tanto Historia Sagrada. No sólo es “la historia de la Salvación”, sino, aún más, la historia del maravilloso Proyecto del Padre. La celebración de la Santa Misa o de la Eucaristía tiene como centro, momento o acto esencial la Consagración: el Señor se hace presente de un modo físico y sacramental, verdadero Dios y verdadero Hombre, como Víctima que, en nombre nuestro, se ofrece al Padre. Todo lo que la precede es su preparación; todo lo che sigue es la consecuencia, que es la Comunión. En ella Jesús se ofrece a nosotros. El mismo esquema lo vemos en la Historia: en el centro de ella está la “la Plenitud de los Tiempos” (Gál. 4,4): la Encarnación del Verbo y nuestra Redención. La Historia aparece así dividida en dos partes: antes de Cristo y después de Cristo. Igualmente en la Historia vemos un comienzo, un momento central (que lleva a un momento culminante) y una conclusión: - El comienzo: la creación del mundo o principio de los tiempos ' el comienzo de la Misa - El momento central es “la plenitud de los tiempos” ' Corresponde a la Consagración - El momento culminante es “el fin de los tiempos” ' Corresponde a la Comunión - Y la conclusión es “el fin del mundo” ' Corresponde a la conclusión de la Misa Sería bastante subjetiva esta consideración, si no hubiera una precisa coincidencia objetiva: que la Consagración que se hace en cada Misa es precisamente la que hizo el Señor en su última Cena. Por tanto, el punto preciso de referencia para considerar la Historia entera como una Misa es este: el Sacrificio del Señor, hecho sacramentalmente presente por El en la última Cena y consumado visiblemente pocas horas más tarde en el Calvario. Así, en la Misa, las palabras de la Consagración son las mismas que Jesús dijo, con las cuales su Sacrificio no es “representado”, sino “presentado” (es decir, hecho presente), y el gesto de la elevación de la Hostia y del Cáliz corresponden a la elevación de Jesús en la Cruz y en su resurrección: “Anunciamos tu Muerte, proclamamos tu Resurrección: ¡ven, Señor Jesús!” Precisamente por motivo de esa venida invocada quisieramos comprender en qué momento histórico vivimos, en qué parte de la “Misa” de la Historia nos encontramos… Por lo tanto, confrontemos ésta con la celebración litúrgica: LA CREACIÓN DEL MUNDO – Inicio del tiempo Dios “salió afuera” de su propio Ser Divino al hacer la Creación. Dios dijo “Fiat lux”. La Creación. LA CREACIÓN DEL HOMBRE – Inicio de los tiempos o de la Historia. El Pecado original. La Promesa divina de la Redención y de la victoria sobre el demonio. La humanidad se degeneró en la corrupción EL DILUVIO. Un nuevo inicio con Noé: “El hombre viviente es la gloria de Dios” Se encienden las luces y el Sacerdote sale al altar. Antífona de entrada +“En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” Acto penitencial: “Reconozcamos nuestros pecados… Yo confieso…” “Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y mos lleve a la Vida Eterna. Amén” Kyrie: “Señor,ten piedad…” “Gloria a Dio en el cielo, y en la tierra paz…” La alianza. Abrahám llega a la tierra prometida La Revelación del Antiguo Testamento, en un diálogo entre Dios y los hombres, va orientada hacia Cristo. La fe de los Patriarcas (en primer lugar, de Abrahám) Oración de la “colecta” LECTURAS, SALMO y EVANGELIO El “Credo” El Exodo – La Ley de Dios – El templo Toda la actitud espiritual del Antiguo Testamento se expresa en el culto de sacrificios y ofertas a Dios. La Inmaculada Concepción. La vida de la Stma. Virgen María. LA ENCARNACIÓN DEL VERBO DIVINO EN LA PLENITUD DE LOS TIEMPOS La Vida de N. Señor Jesucristo La Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús La vida de la Iglesia, que reproduce en su historia la Vida de su Cabeza y Esposo Cristo (Resumen de toda la vida de la Iglesia) EL OFERTORIO Comienzo solemne del Prefacio “¡El Señor esté con vosotros!” “¡Levantemos el corazón!” “¡Demos gracias al Señor nuestros Dios!” EL PREFACIO, eco lejano del “Magnificat” “Santo, Santo, Santo… ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!” EL CANON o Plegaria Eucarística LA CONSAGRACIÓN Y LA ELEVACIÓN Prosigue el CANON (“Anunciamos tu Muerte, proclamamos tu Resurrección, ¡Ven, Señor Jesús!”) Invocación del Espíritu Santo sobre toda la Iglesia. “Por Cristo, con El y en El…” Se nota como desde San Francisco, y sobre todo, desde la aparición de la Virgen de Guadalupe (1531), solicitando que se le edifique “un Templo”, empieza a ser reivindicado el espíritu filial hacia Dios y hacia Ella, “nuestra piadosa Madre” Mientras se habla cada vez más de paz y menos hay en el mundo… El “Padre nuestro” Oración pidiendo la Paz e invitación del Sacerdote a darse la Paz (… y a mí me parece que estamos aquí, al comienzo del Tercer Milenio…) …porque estamos en el tiempo de la “gran Tribulación” y de la Pasión de la Iglesia que precede EL FIN DE LOS TIEMPOS La Venida gloriosa del Señor en nosotros (La Comunión entre la Voluntad Divina y la humana, formando un solo Querer: el Reino de Dios en la tierra como en el Cielo) Será el tiempo del llamado “MILENIO”, durante el cual Satanás será encadenado y toda la Creación renovada “Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ¡ten piedad de nosotros!… ¡Danos la Paz!” LA COMUNIÓN (Sigue la adoración, la acción de gracias, el silencioso recogimiento en el Espíritu) Al final seguirá una breve pero intensa prueba contra la Iglesia, a la cual pondrá fin la última manifestación de Nuestro Señor, con la consiguiente resurrección universal, el Juicio final y EL FIN DE LA HISTORIA O “FIN DEL MUNDO” “La historia ha terminado: podeis ir a la Paz” Oración final “¡El Señor esté con vosotros!” “La bendición de Dios todopoderoso…” “La Misa ha terminado, podeis ir en paz” Si esta reflexión le ha gustado a alguien, que dé gracias al Señor y se prepare a la gran COMUNION que El nos ha preparado, en la que el Banquete Eucarístico se va a transformar en el Banquete de las Bodas del Cordero. Si alguien hasta ahora no había comprendido en qué consiste el Reino de Dios prometido, cayendo en dos errores contrarios (o el de los milenaristas crasos, que lo reducen a un reino de progreso material y bienestar carnal y sensual, o bien el error contrario de cuantos, sobre todo ahora que se trata de gozar lo más posible aquí –y los extremos se tocan–, queriendo rechazar la idea grosera, niegan que haya de realizarse sobre la tierra el Reino pedido en el Padre nuestro y prometido por el Señor desde el Evangelio, dejandolo para después de la muerte, para el más allá, o diluyendolo en la historia de la Iglesia de la forma como hasta ahora ha sido…), pienso que estas consideraciones podrán ayudarle a poner orden en la mente y en el corazón, “mientras esperamos que se cumpla la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo”. Amén. P. Pablo Martí
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